«La habitación blanca», de Josep María Miró.
Por Carla Leonardi.
La puesta en escena es austera y minimalista. Un piso blanco y, diseminadas sobre él, algunas sillas y una mesa blanca. Lo suficiente para indicar la propuesta y el tono de la obra. Es que como bien plantea el título, La habitación blanca (con dramaturgia de Josep María Miró y dirección de Lautaro Perotti) es aquella que se puede colmar y recrear con los recuerdos y fantasmas del pasado.
De hecho, desde un presente, que se construye al final, como una suerte de encuentro entre tres ex-compañeros de la escuela primaria, las escenas que cada uno de ellos mantiene con quien fuera la señorita Mercedes, parece acontecer en un pasado reciente (o incluso en una imaginación o ensoñación) que se evoca, para desde allí rememorar la época de la infancia.
Carlos trabaja hace quince días como empleado seguridad en un hipermercado y es en esa labor que tropieza casualmente con la señorita Mercedes, al momento de registrar si llevaba algún producto no pasado por la caja en su cartera. Laura, con su embarazo avanzado, la ve durante varios días sentada en un banco desde su oficina; pero luego no la ve más. Cree que estaba ahí para interpelarla, no sabe bien por qué, pero que luego se dio cuenta que ella la reconoció y por eso dejo de rondar por su lugar de trabajo. Manuel es un arquitecto exitoso, casado y con dos hijas, que al regresar a su hogar encuentra a su vieja maestra en el umbral de su edificio, prácticamente implorándole que la aloje en su casa como si fuera un integrante más de la familia.
En estas conversaciones que mantiene cada uno de los ahora adultos, con su maestra, en el indecidible espacio de la realidad o la imaginación, se desprende el nombre de Alberto Linares, otro ex-alumno, de tez blanca, pelirrojo y de pocos amigos, porque frecuentaba más a las chicas, que era objeto de bullying por parte de los varones más grandes.
Conforme resurge y se presentifica la infancia y el tránsito escolar, la obra va virando de la comedia hacia un tono más inquietante, pues cada uno de los cuatro personajes se verá confrontado frente a una suerte de espejo con las dolorosas decisiones que tomó en su pasado. Cuando un acontecimiento cobra carácter de trauma, y no ha podido ser tramitado, regresa una y otra vez, atormentándonos bajo la forma de pesadillas, de síntomas o de auto-reproches, pugnando por reintegrarse a la cadena simbólica. Algunos de los protagonistas podrán encontrar la posibilidad de expresar sentimientos que antes no pudieron y de hacer las paces con dicho pasado, encontrar sosiego, pero también pueden elegir seguir sin querer saber nada de eso que regresa, seguir viviendo en la apariencia de que no ha pasado nada y no hacerse responsable de sus actos. Son decisiones del presente que atañen ahora en la vida adulta a la dimensión de la ética.
Con un elenco solvente, en el cual se destaca la destreza y la ductilidad de registros de Miriam Odorico para componer un personaje que linda entre la errancia, la soledad desesperada y lo ilocalizado, pero siempre enigmático hasta el final; La habitación blanca permite reflexionar sobre las consecuencias, a veces nefastas, que puede tener nuestros aparentemente inocentes juicios morales sobre aquellos que no se adecúan a las convenciones sociales tradicionales, ya sea en lo que hace a la maternidad o a la virilidad. Desde ahí nos invita a revisar nuestro propio pasado, las determinaciones y mandatos que operaron en nosotros durante la infancia y en adelante a construir puentes que nos permitan acercarnos al otro de un modo más libre y tierno.
Calificación: Muy buena.

| FICHA TÉCNICA |
| Autor: Josep María Miró. Actúan: Andrés Ciavaglia, Melisa Hermida, Miriam Odorico, Alfredo Staffolani. Fotografía: Giampaolo Samà. Vestuario: Cinthia Guerra. Diseño de iluminación: Lautaro Perotti. Comunicación y prensa: Mutuverría PR. Colaboración técnica: Gustavo Acevedo. Asistencia de dirección: Cinthia Guerra. Producción: Timbre 4, Maxime Seugé, Jonathan Zak. Dirección: Lautaro Perotti. Duración: 80 minutos |
DOMINGOS A LAS 19 HORAS
Timbre 4 – México 3554
Entradas: $12.000
A la venta en Alternativa Teatral

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