Semana de cine italiano: Crítica de «Diva Futura», de  Giulia Louise Steigerwalt.

Escribe Carla Leonardi.

Estructurada con un elenco coral, que tiene como centro que lo une a su fundador Riccardo Schicchi, Diva Futura (2024) narra el ascenso y caída de la  agencia de pornografia homónima que fue icónica en Italia entre mediados de los años 80 y los años 90.

Su directora, Giulia Louise Steiherwalt, emplea la textura de la imagen granulada para capturar el clima y el retrato de esa época en que Schicchi y sus «musas» revolucionaron la cultura italiana, conmoviendo la moral conservadora con el escándalo que significó la irrupción de la desnudez y el sexo (propios de lo íntimo), en la esfera pública de la tv, de las calles y de la política, siguiendo la línea del amor libre. 

Los personajes principales se presentan a sí mismos en voz en off y luego narran el derrotero de sus historias, las cuales se van entrecruzando a la vez que se altera la línea cronológica temporal de cada una, con flashforwards y flashbacks que suponen un esfuerzo por parte del espectador para componer la narrativa. 

En el centro de la historia tenemos a Riccardo Schicchi (Pietro Castellito), niño enfermizo y víctima de bullying, que fue instruido por su padre en el voyeurismo de los cuerpos femeninos con su telescopio en el balcón, del cual pasa a las revistas pornográficas y después a la fotografía erótica de mujeres. Será a partir de la fotografía como formará pareja y sociedad comercial con Ilona Staller, «Cicciolina» (Lidja Kordic) y será ante la censura de sus apariciones en la escena pública como fundará Diva Futura, comenzando a incursionar en la realización de películas pornográficas. Pasarán por allí las también «estrellas» porno Moana (Denise Capezza), culta y elegante,  y Eva – Tesa Litvan –  (que fue esposa de Schicchi) y Debora (Barbara Ronchi), la tímida secretaria con aspiraciones de dedicarse al periodismo. 

La película muestra, desde la ficción realista, los aspectos controvertidos y contradictorios del mundo de la industria pornográfica de esos tiempos, dejando al espectador establecer su propia posición y, en ese punto, es donde reside su mayor riqueza. Schicchi se jactaba de que las artistas que permanecían en su agencia «se mantenían siempre hermosas» y de «ser amoral pero no inmoral». ¿Era Riccardo Schicchi un hombre romántico y divertido, amante de la belleza femenina, un creador de estrellas populares que impulsó la independencia económica de ciertas mujeres o un explotador sexual? Es entonces sobre la complejidad de este personaje y de cómo es visto por cada una de las mujeres que orbitaron a su alrededor, que se construye y sostiene precisamente el atractivo de Diva Futura

Y en este punto es interesante diferenciar la moral que corresponde a lo que una determinada época y lugar relativos establece como decente o indecente, de la ética, que es el principio que guía la acción y que compete a la responsabilidad. Se desprende así la hipocresía de una posición que desde la lógica del buen samaritano, de ayudar a mujeres en situación de vulnerabilidad económica que provenían de Hungría y se alojaban en su estudio (como Eva, e incluso la misma Cicciolina), no dejaba de explotar su sexualidad con fines de lucro. De ahí la condena penal que finalmente recibió. Pero mirándolo desde la perspectiva de lo que vendría después, con el desarrollo de la industria pornográfica que evolucionó hacia el porno duro, que se intensificaría aún más con la aparición de internet, Schicchi era un empresario que mantenía cierto código y cierto límite ético en el cual la violencia directa hacia la mujer no estaba permitida, pues sus productos se movían privilegiando el erotismo del cuerpo femenino y mantenían cierto velo de belleza que rasgaría definitivamente, el cambio de época con la irrupción de la crueldad en la escena de lo público. Se construye así un personaje interesante, que no puede ser encasillado directamente como un villano estereotipado. 

De este manera, palpamos que la incursión en la pornografia no fue sin consecuencias para las principales participantes de Diva Futura, sea por la seducción de los millonarios contratos ofrecidos en condiciones peligrosas y denigrantes, por las cirugías estéticas para mantenerse con el paso del tiempo, sea por la estigmatización social que las ha encasillado en ese rubro sin poder hacer nunca más otra cosa, punto que acentúa muy bien la elección del formato cuadrado de las entrevistas de ficción de las actrices porno en televisión, que es además redoblado por los primeros planos cerrados que las encierran en ese rol. 

El porno pone en escena las fantasías sexuales inconscientes listas para consumir, según el rasgo fetichista que sostiene el deseo de cada consumidor. De esta manera, la directora plantea que si hay actrices porno e incluso una industria alrededor de ellas, es porque hay consumo. ¿Hay liberación de la sexualidad femenina entonces o sujeción a las demandas del mercado?  Se trata de un problema más profundo que hace del cuerpo femenino, una mercancía más. Incluso la realizadora deja planteada la hipocresía de que los mismos poderes que juzgan a las mujeres (policía, iglesia, política), son los principales consumidores de porno y de espectáculos eróticos. 

En suma, Diva Futura, si bien no destaca desde su propuesta visual, descansa y se sostiene en la reflexión que propone sobre los inicios de la industria pornográfica en Italia y en el retrato de su impacto sobre la moral sexual cultural de esa época, que no es poco. 

Calificación: Buena.

Puntuación: 3.5 de 5.

DIRECCIÓN: Giulia Louise Steigerwalt

ELENCO: Pietro Castellitto, Barbara Ronchi, Tesa Litvan, Denise Capezza, Davide Iachini, Marco Iermanò

Año: 2024

Duración: 128 min.

País: Italia

Género: Drama.

Programación y entradas: https://www.cinepolis.com.ar/


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