Miradas sobre cine y teatro. Colaboran Cecilia Della Croce, Claudia Ferradas y Fabio Albornoz. Un sitio de Manuel Germano

Julio César, de William Shakespeare.

Por Claudia Ferradas.

“¿Una obra de Shakespeare en la que actúa Moria Casán? ¿En Mataderos? ¡Aaaah, la dirige Muscari!” Palabras más, palabras menos, hemos escuchado (o enunciado) conceptos como estos. Lo inusual, es marca registrada cuando se trata de José María Muscari; que se ponga en escena una obra de Shakespeare en una sala de Mataderos, dentro del programa del Complejo Teatral de Buenos Aires, no es sólo inusual sino auspicioso.

No es que representar las obras de gran bardo en un contexto contemporáneo o futurista sea original (basta con recordar la versión fílmica de Romeo y Julieta de Baz Luhrmann por mencionar un solo ejemplo), pero hacerlo con una estética decididamente camp y con una protagonista que fue vedette, mediática y provocadora (en el barrio de su personaje Rita Turdero) constituye una propuesta atrevida, especialmente fuera del circuito comercial. Es un acontecimiento, como lo prueban las funciones a sala llena, la gente del barrio agolpándose fuera del teatro, la alfombra roja del preestreno sobre la que desfilaron tanto actores y actrices de renombre como celebrities y desconocidxs.

Sabemos que Julio César es una obra sobre el poder. Su título no se refiere al protagonista sino al poderoso personaje histórico asesinado precisamente por su ambición de poder en la primera escena del tercer acto. El protagonista es uno de sus asesinos: Bruto, a quien César dirige sus últimas palabras. El foco está puesto en el conflicto moral al que Bruto se enfrenta, las excusas que encuentra -en parlamentos que son modelo de retórica política- para justificar el asesinato de un hombre por el que siente admiración y profunda gratitud, y el modo en que Marco Antonio deconstruye cada uno de sus argumentos para hacernos creer nuevas falacias. En esta puesta, en cambio, si bien el texto de Shakespeare es respetado en su desarrollo, el conflicto de Bruto es eclipsado por César, sobre quien se enfocan todos los reflectores. Una gran pérdida, entre otras cosas porque Bruto es encarnado por la gran Alejandra Radano, que podría  habernos conmovido mucho más representando ese conflicto si no hubiese sido desplazado a un telón de fondo.  Pero aquí la tragedia es otra: la atracción que todos sentimos por quien detenta el poder con seguridad y desparpajo: César (que también es la propia Moria usando frases propias como “el decorado se calla”), dictador populista, poderoso vivo o muerto. Cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia.

Foto de Carlos Furman.

El uso de tecnología, los efectos de iluminación, la escenografía y el extraordinario vestuario kitsch y la música estridente construyen un contexto contemporáneo aunque impreciso, involucrando al público como Shakespeare lo habrá hecho con quienes veían sus obras de pie alrededor del escenario. Las referencias al contexto actual y local (tan local que se menciona el barrio) son efectivas en su anacronismo: el efecto a menudo es cómico, pero también invita a la reflexión. Sin embargo, su reiteración a lo largo de toda la obra resulta redundante (y las menciones publicitarias, disruptivas).

Siete columnas de tres caras con pantallas LED giran y presentan imágenes oníricas y escenas de los personajes que dialogan con los cuerpos en escena,  apoyando la caracterización. Los personajes son encarnados por un elenco de excelencia que construye figuras memorables como el persuasivo Casio de Malena Solda y el Kasca de antología de Vivian El Jaber. Al igual que en el teatro isabelino, los roles femeninos son interpretados por hombres pero, a su vez, los masculinos son encarnados por mujeres y Payuca compone un efectivo Tribunio trans. Como es de esperar en una obra de Muscari, los géneros se entrecruzan y la obra sugiere (y muestra) sexualidades trastocadas y relaciones ocultas, a veces con una redundancia que las vuelve predecibles.  

Toda una experiencia, un espectáculo en su sentido primigenio: algo para ser contemplado, sin prejuicios ni presupuestos. Con toda su irreverencia, esta adaptación es una nueva demostración de la riqueza de la dramaturgia shakespeareana, que nos sigue interpelando y proveyendo un campo fértil para la apropiación creativa.

Foto: Carlos Furman.

Ficha técnica

Elenco:

Julio César: Moria Casán

 Marco Antonio: Marita Ballesteros

 Bruto: Alejandra Radano

Casio: Malena Solda

Calfurnia: Mario Alarcón

Porcia: Mariano Torre

 Lucio: Mirta Wons

 Kasca: Vivian El Jaber

 Octavio: Fabiana García Lago

 Tribunio: Payuca

Coordinación de producción: Daniela Cristóbal, María La Greca

Coordinación técnica: Leonardo Murúa

Asistente de dirección: Mariana Melinc, Fernanda Machado

 Asistencia de iluminación: Christian Gadea

Asistencia de vestuario: Pilar Repetti

Asistencia de escenografía: Paula Vicharelli

Colaboración artística: Paola Luttini

Realización de video: Rosario González del Cerro

Diseño de sonido: Camilo Zentner, Ariel Gato

Diseño de iluminación: Omar Posematto

Diseño de vestuario: Camila Milessi, Emiliano Blanco para Kostüme

Diseño de escenografía: Gabriel Caputo

Dirección: José María Muscari

Duración 80 minutos

Cine Teatro El Plata

Avda. Juan Bautista Alberdi 5765 – CABA

Sábados y domingos, 17 horas


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