«Ha muerto un puto», de Gustavo Tarrío.
Por Carla Leonardi.
En el comienzo, se recrea la reseña de la película Eva Perón (Juan Carlos Desanzo, 1996) donde se destaca la interpretación de Esther Goris, para desde ahí desandar hacia atrás la vida y obra de Carlos Correas; filósofo, novelista y ensayista argentino, que nació en 1931 y vivió su infancia y adolescencia en el barrio de Palermo.
A través de tres intérpretes (María Laura Aleman, Verónica Gerez y David Gudiño), en primera persona o en tercera, Ha muerto un puto, de Gustavo Tarrío va recreando entonces su murga de carnaval a los 12 años, su trabajo como empleado en el microcentro porteño y sus yires por el submundo de la vida nocturna y marginal del homosexual, su ingreso a la facultad de Filosofía y Letras, donde trabaría amistad con Sebreli y Masotta; y elevaría (en tiempos de peronismo) al cabecita negra al estatuto de figura con carga erótica. También se recrea la publicación de su cuento La narración de la historia (1959), considerado como el primer relato que visibiliza la subcultura homosexual en la literatura argentina y que le acarrearía un proceso judicial con condena por obscenidades que truncaría su carrera literaria. A partir de allí, Correas concluye la facultad e ingresa como docente, se convierte en un homosexual «integrado»; escribe corrosivos ensayos sobre la televisión de los noventa, un provocador ensayo sobre su ex amigo Masotta, y un cuento en el que visibiliza la dura realidad de los transexuales, cuya condición sexual y la manera en la que deben ganarse la vida para sobrevivir son permanente y duramente criminalizadas. En suma, la de Correas es una vida y una obra que se mueve claramente entre la influencia de Roberto Arlt y de Manuel Puig, pero cuyo nombre no fulgura en la memoria colectiva y literaria como la de aquellos.

«Ha muerto un puto» está encarada con las claves del melodrama, no sin cierta dosis de humor, donde las canciones ejecutadas en el piano por Aleman cumplen la función narrativa de acompañar este periplo de vida errante entre los márgenes y las sombras, ajustándose con acierto a lo que fue la vida de Carlos Correas. Porque claramente fue un incomprendido por la sociedad de su tiempo, que empujaba a la homosexualidad a la clandestinidad y a la vergüenza. Allí donde Correas retrataba la realidad de la erótica homosexual en y con las clases populares, el peligro de los encuentros furtivos en lugares apartados y el temor a asumir el amor homosexual, sólo se vio un escándalo, que había que seguir silenciando y ocultando. De ahí su trágico final, donde la humillación de una vejez como pájaro enjaulado, sin poder vivir una vida en auténtica libertad, lo empujó a su suicidio.
La pantalla donde se proyectan fragmentos de la película Rodan (Ishiro Honda, 1956) que el personaje de Ernesto ve en el cine Colonial de Avellaneda en el mencionado cuento en tela de juicio moral más que estético, el tren de juguete que evoca su encuentro en la estación Constitución con el joven Juan Carlos Crespo, la vestimenta de época con traje y chaleco, son pequeños detalles que traman vida y obra del escritor y que nos transportan a la Buenos Aires de otro tiempo. Pero quizá el detalle más interesante y acertado de la puesta en escena sea que Carlos Correas esté interpretado (y con solvencia) por una actriz (Verónica Gerez) y por un actor (David Gudiño) que no responde al tipo de hombre blanco homosexual de clase acomodada. Se traduce así, mediante esa duplicidad, el aspecto sensible de su personalidad y su atracción por los hombres pertenecientes a las clases populares que se afincaron en el conurbano.
Hoy en día nos parece natural ver circular por la calle a dos hombres tomados de la mano o besándose, pero hay que entender que esto es el producto de muchas luchas que dio el colectivo homosexual antes segregado, medicalizado, perseguido y violentado, para que su particular erotismo pueda ser socialmente admitido a la luz de día. Y es precisamente la realidad de la comunidad homosexual, previa a los años 80, lo que «Ha muerto un puto» plasma muy bien a través de la figura de Carlos Correas.
En el contexto de derechos civiles conquistados por las disidencias sexuales que peligran en el mundo y en nuestro país, con el ascenso al poder de discursos de odio respecto de las diferencias que siembran el oscurantismo y el miedo, esta obra encuentra hoy todo su valor y su fuerza. «Ha muerto un puto» no es solamente el rescate de un escritor olvidado por el canon o un sentido homenaje a aquel puto irreverente incomprendido e invisibilizado por la moral de su tiempo. Es fundamentalmente un gesto político, porque da la posibilidad de hacer memoria para que nunca más las disidencias sexuales vuelvan a las sombras, para que todos tengan las mismas oportunidades de realizarse y de florecer en su singularidad más autentica.
Calificación: Buena

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Actúan: María Laura Alemán, Vero Gerez, David Gudiño
Diseño de vestuario y utilería:
Paola Delgado
Carpintería: Facundo Varela
Autoría de Canciones: María Laura Alemán
Diseño de Iluminación: Sebastián Francia
Entrenamiento y asistencia de dirección: Florencia Schrott
Fotografía de obra: Martina Perosa
Prensa: Prensópolis
Guión y dirección: Gustavo Tarrío
Duración: 70 minutos
Funciones: sábados y domingos a las 20.30hs
Sala: Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434, CABA)
Entrada general: $14000 por Alternativa Duración: 70 minutos
Re-estreno: sábado 1 de febrero a las 20.30hs
Sábados y domingos a las 20.30hs
Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434 – CABA)
Entrada general: $14000 Por Alternativa

Deja un comentario