«Cae la noche tropical», de Manuel Puig. Versión escénica de Santiago Loza y Pablo Messiez.
Por Carla Leonardi.
El escritor argentino Manuel Puig se caracterizó por emplear hábilmente en sus obras el recurso de la oralidad de sus personajes y por conocer muy bien lo que refiere a la psicología femenina, y esto se puede apreciar muy bien en su última novela Cae la noche tropical (1988).
La novela está estructurada como un largo diálogo entre dos hermanas (por lo que se presta fácilmente para realizar una transposición teatral), al que incorpora en el tramo final el género epistolar y el género de la crónica policial.
La adaptación teatral que realizan de la pieza Santiago Loza y Pablo Messiez tiene el mérito de condensar la trama entorno del vínculo y la situación que atraviesan las dos hermanas, y prescinde con acierto de la trama secundaria donde Nidia proyecta ayudar a la humilde familia del portero del edificio lindero que la acompaña en sus caminatas, donde Puig despliega la situación de precariedad social en que se hallan las familias oriundas del noreste brasileño.
Como el título lo indica, la obra se sitúa en el ocaso de la vida de estas dos hermanas y aborda temas como la soledad, el dolor de las pérdidas y la necesidad de aferrarse a la ficción como modo de lidiar con las amarguras que trae aparejada la vejez.

Luci (Ingrid Pelicori) y Nidia (Leonor Manso) son dos hermanas argentinas en sus ochenta y tantos años, que se reencuentran en Río de Janeiro después de mucho tiempo. Luci lleva años viviendo en dicha ciudad, a la que emigró junto a su hijo en busca de paliar la situación económica en que se encontraban en Argentina y su Nidia viaja a visitarla tras la muerte de su hija, buscando además un clima más benévolo para sus problemas de salud.
A través del chisme respecto de la tormentosa vida sentimental de Silvia, la psicoanalista argentina vecina de Nidia, que se va desplegando como una suerte de telenovela por capítulos (género del que se ha nutrido Puig para plasmar sus melodramas), asistimos al modo en que esta ficción sostiene a estas hermanas, pudiendo olvidarse por un rato de sus pesares; a la vez que da cuenta del entrañable vínculo de afecto y contención mutua, que se va forjando entre estas almas en soledad.
Lo que une a estas tres mujeres es la necesidad de recibir afecto, en las dos ancianas porque sus hijos prácticamente hacen sus vidas, mientras que en Silvia (Fernanda Orazi) se trata de sus infructuosos esfuerzos por hacerse amar por un hombre que no le corresponde, lo que la lleva a cierto estado de melancolización.
La obra resuelve muy bien la transposición del género epistolar que se abre a partir de la separación de las hermanas, cuando Luci viaja a Suiza para visitar a su hijo, porque no presenta una lectura de cartas que podría resultar tediosa, sino que recrea el diálogo que una comunicación epistolar significa mediante la aparición del personaje que escribe en un espacio más distanciado en el escenario, dando cuenta del abismo geográfico que las separa, pero también de la cercanía afectiva que une a las tres mujeres.

Al mismo tiempo, pese a su dureza temática, la obra conserva muy bien los toques de humor que se dan en la práctica del chisme. Al plantear a las hermanas con caracteres opuestos (Luci es más romántica, mientras que Nidia más lógica y práctica), tienen que encontrar la manera de arreglárselas para convivir juntas.
El escenario recrea a la manera del realismo costumbrista el departamento carioca de Nidia donde se lleva a adelante la acción (con más austeridad que en la puesta original en el Teatro San Martín, donde el espacio era más amplio, pero con la misma eficacia para transportar al espectador hacia allí), mientras que el recurso del grabador como medio de comunicación entre ellas sitúa la marca del elemento de época, propia de los años 80 en que se sitúa la trama.
Al mismo tiempo, hay un detalle original y acertado de la puesta en escena, mediante el cual la obra acentúa y transmite la vitalidad que Río de Janeiro genera en las vidas de las dos ancianas con su clima cálido y la frondosidad de su vegetación (que se traduce en la variedad de plantas del patio del departamento de Luci, que cuidan con esmero las dos hermanas), pues ese reducto se configura como un espacio propio de resistencia, como un pequeño edén en el cual disfrutar con independencia el último tramo de su vida. Este detalle está dado por el vestuario. Al comienzo, vemos a Luci con su radiante vestido con estampado floreado mientras que Nidia, recién llegada, luce un vestido apagado que traduce su estado de duelo. Ésta, luego, va a encenderse luciendo un vestido floreado cuando permanezca sola en ese departamento, cuidando la vida de esas hermosas plantas que son el legado de Luci durante su ausencia.
Cae la noche tropical es amarga, pero también es dulce y esperanzadora, y estas emociones logran resonar en el espectador gracias a la labor magistral de Ingrid Pelicori y Leonor Manso en escena. La vejez es dura, sí, pero se vive de otra manera cuando no se pierde cierta ilusión, el sentido del humor y la presencia de afectos, fundamentales para que no nos abandonen las ganas de seguir viviendo, a pesar de todo.
Calificación: Muy buena.

Sábados a las 20:00 hs.
Hasta Trilce: Maza 177. CABA
Entrada: $15.000 en boletería del teatro o por Alternativa Teatral
https://publico.alternativateatral.com/entradas87437-cae-la-noche-tropical?o=14
Duración: 105 minutos
FICHA TÉCNICA:
Autor: Manuel Puig
Versión escénica: Santiago Loza, Pablo Messiez
Leonor Manso: Nidia:
Ingrid Pelicori: Luci:
Eugenia Guerty / Carolina Tejada: Silvia
Producción Ejecutiva y artística: Alejandra García
Asistente de dirección: Gabriel Urbani
Dirección de reposición: Leonor Manso
Dirección: Pablo Messiez
Voces en Off
Ñato Javier Rodríguez Cano
Comisario de abordo Lalo Rotavería
Colaboración artística: Patricio Binaghi
Preparación física: Lucas Condró
Música original: Carmen Baliero
Diseño de iluminación: Rodolfo Eversdijk
Diseño de vestuario: Renata Schussheim
Diseño de escenografía: Mariana Tirantte
Prensa: Natalia Bocca

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