¿Qué de magnifico tiene ser yo? Teoría sobre la cama, de Liliana Viola.
Por Carla Leonardi.
En la escena una cama enorme que ocupa el grueso del escenario y en ella Zoe Di Rienzo (ella misma), artista, performer, martillera pública y corredora inmobiliaria; que ante las palabras de la inteligencia artificial que la despiertan, expresa su deseo (como muchas veces hemos manifestado) de seguir durmiendo un poco más.
A partir de aquí ¿Qué de magnífico tiene ser yo? se construye como una serie de digresiones en torno de las representaciones de la mujer en la cama en el arte pictórico y fotográfico (que se proyectan en una pantalla detrás de la cama), y sobre un antepasado de la protagonista: Zoe Rencini, que desde la trinchera de su cama habría desatado una verdadera revolución en tiempos de la peste bubónica en Italia. Estas disquisiciones, que toman el sesgo de ensoñaciones o voces interiores, son expresadas por dos «otro yo» de Zoe, interpretadas por dos actrices (Analía Couceyro y Sofia Gala) que despliegan una “teoría sobre la cama” (como reza el subtítulo de la obra), y muestran a través de diversos ejemplos artísticos y de mujeres artistas, cómo el machismo ha expoliado la horizontalidad de la posición de la mujer para regodeo de su propio placer fetichista, y cómo, haciendo uso de la autoridad de la ciencia médica, se ha rebajado esta posición (e incluso el carácter extravagante) a diagnósticos como histeria, depresión, bipolaridad o esquizofrenia.
Lo que se desprende entonces de estos devaneos es la pregunta metafísica de si permanecer en la cama es mera vagancia o acaso es un acto de resistencia. Todo conlleva a hacer de la horizontalidad un acto político, que lejos de indicar pasividad es soportado por una posición activa, ya sea que se piense la horizontalidad como contraposición a la verticalidad que suele asociarse a los vínculos creados por los hombres, cargados de desigualdad y sumisión, o bien como un sustraerse con fines de agujerear la maquinaria capitalista asociada al patriarcado, que reduce a la mujer al lugar de esposa y madre de los hijos, a la doméstica no remunerada, a la mano de obra precarizada o con menor salario y también al objeto de deseo que debe portar rasgos de una eterna juventud.
Son tantos los roles (como lo enuncia Zoe en el comienzo) e imperativos que pesan sobre las mujeres, que permanecer en la cama es una manera de hacer huelga y de dedicarse a los propios deseos, a las propias cosas y “cositas”, que bien pueden ser el arte o la sexualidad practicada por fuera del imperativo de reproducción y rendimiento. Dormir, soñar, bien pueden ser entonces la posibilidad de sostener el deseo femenino.
En esta dimensión, la obra se emparienta con películas como La fiaca (Fernando Ayala, 1969) o la reciente La sustancia (Coralie Fargeat, 2024); esta última en posición opuesta ya que la mujer protagonista aquí termina sometida a la tiranía de los imperativos del mercado que pesan sobre los cuerpos femeninos, con nefastas consecuencias para ella.
La obra está concebida como puesta en acto de estas divagaciones imaginarias en un doble sentido. No solo porque se representan en escena por dos actrices, sino porque como espectadores, asistimos a la performance que la propia Zoe está realizando en vivo sobre la teoría de la cama (de allí que una cámara la filme y también a sus pensamientos en escena), para un comprador de arte. Se plantea entonces aquí la cuestión de la relación entre el arte y el mercado (¿se trata de hacer arte para cambiar el mundo o de cambiar al arte para el mundo?), punto en que la propia Zoe, como gesto político en la coyuntura de su tiempo, decide abandonar la escena y el teatro mismo para retirarse a su hogar a dormitar (destino que se proyecta a través de la pantalla).
Se ha definido a esta obra como una obra performática, pero en rigor no lo es, porque falta la interacción con el público, que aquí permanece atorado en su butaca y quien solo interviene es el musicalizador, que le recuerda a Zoe sus obligaciones contractuales, además de insertar los efectos sonoros y musicales que la acompañan. Se trata, por lo tanto, de una obra teatral que pone en escena la representación de una performance. Sería interesante de explorar una puesta en escena en otro espacio que permita redoblar la performance dentro de la performance, potenciando al texto mismo y sus efectos en el espectador.
El fuerte de ¿Qué de magnífico tiene ser yo? reside, no solo en resaltar la fuerza simbólica y revolucionaria de la que podemos ser capaces las mujeres, sino principalmente en la potencia cómica y lírica del texto dramatúrgico de Liliana Viola, al cual Analía Couceyro y Sofia Gala le ponen cuerpo magníficamente, especialmente en el maravilloso tramo final donde reversionan en clave feminista el clásico monólogo de Hamlet. Dormir, soñar desear para no morir, he ahí lo magnífico.
Calificación: Buena.

FICHA TÉCNICA
Sofia Gala Castiglione, Analia Couceyro y Zoe Di Rienzo
Música en escena Ismael Pinkler
Dramaturgia Liliana Viola
Dirección y diseño de puesta en escena Julieta Ascar
Colaboración coreográfica Delfina Dotti
Colaboración artística en dirección Silvia Oleksikiw
Diseño de vestuario Sofía Di Nunzio
Diseño de iluminación Lucía Feijoó
Realización audiovisual Anibal Kelvo y Eloísa Yankelevich
Diseño Gráfico Alejandro Ros
Prensa Soy Prensa
Producción LasCosas (en coproducción con el Complejo Teatral de Buenos Aires)
Duración: 55 minutos

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