«Proyecto Quevedo», con dirección de Jorge Thefs.
Por Carla Leonardi.
El frenesí de un violoncello que ejecuta una joven es el contrapunto justo del éxtasis que produce la poesía en el cuerpo de una mujer entrada en años, como lo es Cristina Banegas. La música del instrumento evoca la música de las palabras que brotan de la boca de Banegas, al recitar una selección de sonetos del poeta del siglo de oro español Francisco de Quevedo.
Así, Proyecto Quevedo avanza en la intersección entre el recital de poesía, el teatro y la performance. El cuerpo de Banegas se mueve mecido por la música del cello y también de la poesía a la que es capaz de dotar de la cadencia justa, bien sea con melodiosa dulzura o con énfasis declamatorio según corresponda. Y entonces no estamos frente a un simple recitado de poesía, ya que el cuerpo se dispone a la teatralidad y, haciendo de una mesa de cristal su escenario privilegiado, se yergue, se acurruca, se sosiega, se despliega en libertad, se contonea apasionadamente. El cristal es frágil, pero resiste, resuena, se vuelve materia maleable a los sentidos simbólicos.
Los sonetos de Quevedo versan sobre la futilidad de la vida, el paso del tiempo y la cercanía de la muerte, pero también sobre el amor que puede trascenderla, y Banegas, con su camisón de túnica blanca, parece una suerte de espectro venido del más allá o una mujer en el crepúsculo de su vida en una suerte de duermevela que evoca su juventud o a su madre, a través de un camisón de seda que superpone al que lleva puesto y con el que juega danzante.
La joven intérprete musical (Lucía Gómez) oficia también como una suerte de doble de la juventud, que acompaña creando una suerte de contrapunto sonoro de la voz o una especie de dulcemente amarga letanía. En el ocaso de la vida, el cuerpo de Banegas se enciende con fascinante juventud con la poesía de Quevedo. Así, Proyecto Quevedo encuentra su faceta performática. La llama del deseo de actuar y la persistencia de la potencia poética son un conjuro contra las garras de la muerte; son la estoica resistencia de quien sigue de cuerpo presente y a viva voz insuflando de belleza y de ternura, este presente desolador y desalmado. La de Banegas es entonces la puesta en acto de una ética del deseo que se esgrime frente a la crueldad y que se cifra en ese último gesto del final que descubre el orgullo de haber vivido y de vivir a su manera, dejando huella.
Calificación: Muy buena.

FICHA TÉCNICA
Performer e idea: Cristina Banegas
Selección de poemas: Carlos Gamerro y Cristina Banegas
Colaboración artística y de movimiento: Rosario Ruete
Colaboración en vestuario: Chu Riperto
Asistente de producción: Juliana Ortiz
Diseño de iluminación: Jorge Pastorino
Música en escena: Lucia Gómez
Comunicación y prensa: Mutuverría PR
Dirección y producción ejecutiva: Jorge Thefs
Duración: 60 minutos

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