Cruces entre cine y teatro: La ballena.
Por Manuel Germano.
En 2023 se estrenó en cines «La ballena», protagonizada por Brendan Fraser (ganador del Oscar, entre otros premios, por su trabajo) y dirigida por Darren Aronofsky («Mother», «Black Swan»). La película está basada en la obra de teatro escrita por Samuel D. Hunter en 2011 . El pasado 1 de mayo, en el Paseo La Plaza, se estrenó la versión teatral local, dirigida por Ricky Pashkus y protagonizada por Julio Chávez.

El argumento: un relato compartido
El argumento de ambas producciones coincide: «La ballena» cuenta la historia de Charly (interpretado por Julio Chávez), un profesor universitario gay con obesidad mórbida. Charly da clases a distancia y mantiene la cámara apagada para que sus alumnos no lo vean, alegando que «no funciona», cuando en realidad su cuerpo le avergüenza. ¿Cómo llegó a ese estado? Tras la muerte de su pareja, solo lo acompaña su cuidadora y amiga Ana (Laura Oliva). La salud de Charly es frágil y se agrava por su negativa a ir al hospital.
La llegada de su hija Ellie (Carolina Kopelioff), a quien desea ver casi como un último deseo, representa para él la posibilidad de reconstruir un vínculo marcado por la incomprensión, la enfermedad y la decisión de la adolescente de no querer pasar tiempo con su padre. Un joven evangelista (Máximo Meyer) y la madre y ex esposa de Charly, María (Emilia Mazer), son los otros personajes que completan la historia.
El eje temático es diverso: el amor sin distinción de géneros (Charly se enamora de un hombre y se separa de su mujer), la fe y la aceptación (o no) de determinadas familias, los vínculos padre-hija dañados, y la comida como escape de aquello que no se puede digerir. Estos temas, tanto en la película como en la obra de teatro, se complementan con la música y la iluminación, elementos que reflejan el estado del personaje a través de distintas escenas, por ejemplo, en la referencia teatral explícita a la obra literaria «Moby Dick» (Melville, 1851), en la cual el sonido del mar y la tonalidad de luces celestes, junto a la cita de la novela, se amalgaman armónicamente.
Puesta en escena: del cine al teatro.

En cuanto a la puesta en escena, la película de Aronofsky se caracteriza por una disposición teatral: transcurre casi en su totalidad en el living del protagonista, con entradas y salidas por la puerta principal y una ausencia absoluta de exteriores. En la obra de teatro, con escenografía a cargo de Jorge Ferrari, se optó por pocos elementos, los necesarios para recrear cada escena (sillón, sofá, andador, televisor) y no mucho más.
Mientras que en la película, gracias al lenguaje cinematográfico y las posibilidades de adoptar distintos planos (secuencia, plano corto, primer plano), se enfatizan las expresiones de los protagonistas, la graduación en el tono de voz y la edición que potencia estos aspectos, en la versión teatral esto cambia. Por un lado porque el escenario es un «plano» único en el que las expresiones de los intérpretes se captan más de acuerdo a la ubicación del espectador en relación con el escenario. Además, en la puesta teatral se tomaron decisiones en relación a la ubicación de los elementos y como los personajes entran en contacto con ellos. Algunos se encuentran frente al escenario y otros, en ciertas escenas, en diagonal (sillón, silla), lo que permite a las plateas laterales ver con mayor precisión algunos pasajes, de acuerdo a la ubicación que tengan. En otros momentos, cuando el actor está de espaldas, la vista de los espectadores ubicados en esa platea lateral se dirige hacia el otro personaje en escena, al cual se lo ve de frente. La mayoría de estas escenas transcurren cuando hay más de un actor en el escenario.
Las interpretaciones: similitudes y matices.
Existen similitudes en el physique du rôle de los personajes en la versión cinematográfica y la teatral. Si bien en esta última todos realizan un muy buen trabajo de interpretación, se destaca el Charly que compone Julio Chávez, menos padeciente y conmocionado que el de Fraser. Con una dirección precisa, el personaje de Chávez no es una víctima de lo que le pasó ni un lamento constante; es una persona que amó y sufrió, que está enferma y tiene una postura respecto a eso.

Aronofsky planteó una película en la que el personaje sufriente desea morir, se atraganta con la comida constantemente, llora y grita. El Charly que dirige Pashkus carga su sufrimiento de otra manera (no es que ama la vida ni mucho menos, pero está trabajado desde otra perspectiva). Chávez, como buen actor, sabe que caer en el golpe bajo con este tipo de personajes puede resultar muy sencillo y, sin embargo, evita ese camino con el profesionalismo que lo caracteriza. Se destaca, también, el trabajo de Carolina Kopelioff como Ellie, quien comparte las mejores escenas de la obra junto al protagonista.
Autoficción y reflexión.
Aunque no es una biopic de su autor, «La ballena» tiene elementos de autoficción (en palabras de Colonna, la «ficcionalización del yo, es decir, hacer del yo un elemento literario, un sujeto imaginario«). La historia de Charly y lo que le sucede están ligados a la vida de Hunter, como retazos de la vida del autor dispersos en esta ficción.
La obra es un drama bien construido con notables actuaciones. Permite reflexionar, además del desarrollo de sus temas, sobre algunos puntos de contacto y distancias en relación a la película, disponible en streaming.

Entradas para ver la obra de teatro: LA BALLENA

Deja un comentario