«Gaviota», de Juan Ignacio Fernández. Versión libre de «La gaviota», de Antón Chejov, con dirección de Guillermo Cacace.
Por Carla Leonardi y Manuel Germano.
El teatro es una experiencia de cuerpo presente, tanto de los actores como de los espectadores, un encuentro único en tiempo y espacio. Algo que pocas veces sucede, y que bien puede resultar incómodo para algunos, es que la interpretación del actor consiga afectar al cuerpo del espectador, ya sea por la intensidad dramática marcada por la dirección, por la inexistencia de la cuarta pared y la cercanía con el público, por la disposición escénica, o quizás por la unión de todos estos factores. Este es uno de los aspectos que nos permite pensar Gaviota, actualmente en cartelera de Apacheta Estudio.
Las actrices están sentadas en torno a una mesa con micrófonos, sin ningún tipo de decorado u objeto de utilería, con vestuario casual, y teniendo tan solo a su alcance, dispersos sobre ella, papeles con el texto, pañuelos de papel, vino, agua y papas fritas. Evoca la experiencia de la pandemia en que fue gestada la obra, mientras que la disposición circular de las butacas en torno a ellas recupera la dimensión de los orígenes de lo vivo del teatro, donde no había una frontera que separara a los actores del público. Este rescate de lo vivo del teatro —pues cada vez que se representa una obra, esta comienza lentamente a morir— es, además, consistente con el contenido temático del material. En Gaviota, las formas hacen al contenido.
Esta versión que dirige Cacace toma lo central de La gaviota chejoviana, depura personajes y escenas y, entonces, en un esfuerzo de abstracción y minimalismo, la transporta a la actualidad, haciendo resonar en el ahora este clásico de 1896. El debate entre las viejas y las nuevas formas del arte en juego entre Kostia y Boris, el desencuentro intergeneracional madre-hijo que se da entre Irina y Kostia, el contraste entre el amor constante y concreto de Irina por Boris, el amor-ilusión entre este y Nina, el desgarro del amor-pasión no correspondido entre Kostia y Nina, y los sueños rotos de juventud, son temas que siguen plenamente vigentes en nuestro tiempo.
Gaviota coloca, como suerte de narradora extradiegética, al personaje de Masha, la criada, aquella que renunció a sus sueños para dedicarse a satisfacer las necesidades de sus patrones, repitiendo el mandato de su generación anterior. Se trata entonces de un gesto que reivindica a ese personaje secundario al darle el protagonismo de ser no solo un personaje en la obra, sino también aquel que organiza el relato.
Escrita por Chéjov en un momento de profunda transformación social por el advenimiento de la burguesía, esta versión del clásico claramente puede ser leída en el contexto del actual ascenso del capitalismo financiero, en que el éxito se mide por la fama o lo económico, y en el que se juega un ataque feroz hacia la cultura, hacia la ficción, hacia lo que hace comunión, es decir, precisamente hacia todo aquello que escapa a lo cuantificable y que va matando nuestros sueños singulares, creando un futuro angustiosamente incierto.
La obra cuenta con un muy buen trabajo de iluminación; la escena se va oscureciendo paulatinamente, hasta la oscuridad final. La música funciona como transición entre escenas y acompaña las emociones de los personajes. Respecto del vestuario, pequeñas decisiones transforman el estado en el que se encuentran los personajes: cambios de peinado, gafas de sol, un par de aritos, vendajes, mantas. Los elementos de la puesta en escena se precipitan para transmitir la atmósfera de desencanto y desesperanza que reina en esa finca cercana al lago, rodeada de neblina invernal. Hay pequeños detalles que funcionan anticipando el tono melodramático, como la mancha de vino sobre la mesa, o que crean sentido, como la distancia de la propia mesa que separa a los amantes.
Las actrices (Paula Fernández, Muriel Sago, Romina Padoan, Clarisa Korovsky y Marcela Guerty), cuyo nivel de entrega les permite lograr interpretaciones convincentes y viscerales, son capaces de traspasar sus emociones al cuerpo del espectador, allí cercano. No obstante su tono melancólicamente desencantado, Gaviota es uno de los acontecimientos teatrales que no hay que dejar pasar: derrocha tanta poesía, tanta emoción y tanto amor por el teatro, que se erige en sí misma como refutación de su contenido y contagia el entusiasmo necesario para seguir luchando por mantener viva la gaviota del teatro y de nuestros más preciados deseos.
Calificación: Excelente.

Ficha técnico – artística
Dramaturgia: Juan Ignacio Fernández. Actúan: Paula Fernandez Mbarak, Marcela Guerty, Clarisa Korovsky, Romina Padoan, Muriel Sago. Asistencia de dirección: Alejandro Guerscovich. Producción: Romina Chepe. Dirección: Guillermo Cacace
Duración: 100 minutos
APACHETA SALA ESTUDIO
Dr. Enrique Finochietto 487 (mapa)
Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 1130142997
Entrada: $ 24.000,00 – Lunes – 20:30 hs – 28/07/2025
Entrada: $ 24.000,00 – Viernes – 21:00 hs – 01/08/2025
Entrada: $ 24.000,00 – Sábado – 20:00 hs – 02/08/2025

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