CARNADA, de Susana Torres Molina.

Por Carla Leonardi.

Dice el refrán popular, que da cuenta de una sabiduría que nace de la experiencia, que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y esto calza perfectamente para definir al personaje central de Carnada, una mujer de mediana edad, ama de casa y costurera, cuya pareja ha sido detenida recientemente y se encuentra en la cárcel.

Dos jóvenes mujeres irrumpen intempestivamente en su hogar, reclamando objetos que serían de su pertenencia. La mujer, desconcertada, dice que ella nada sabía de lo que hacía su pareja, que sólo era su sostén emocional y doméstico, que no tiene responsabilidad alguna en el delito que él haya cometido, e insiste reiteradamente en que se vayan.

La puesta, desde la escenografía, reconstruye espacios de la casa. Se enmarca en el realismo costumbrista, pero el sonido inquietante, el vestuario de las jóvenes, y el juego con la iluminación trazan su cruce con el terror pesadillesco o sobrenatural. La puesta está construida de manera tal que el espectador sabe más que la protagonista, pues por la vestimenta negra, el maquillaje y el peinado, así como la extraña ecolalia y cacofonía con que hablan, da cuenta de que se trata de retornos malvados de la muerte que vuelven para cobrar su venganza cuando la condena judicial no alcanza, o incluso de espectros alucinados que metaforizan la culpa superyoica inconsciente respecto de un no querer saber nada de la realidad, mientras que la mujer las toma como jóvenes reales y quiere entender qué es lo que quieren de ella.

Como entes malignos, con perversa sed de venganza, es interesante la escena en que improvisan una suerte de fiesta, tomando ginebra y bailando música de ópera a modo de cumplirle a la mujer su sueño de diversión, su último deseo, y cómo la marean en esa danza entre tres para revelarle su lugar de cómplice de la carnada, de la trampa que utilizaba este hombre para atraer a mujeres jóvenes y cometer su crimen. 

No obstante el relato de lo padecido por las jóvenes, la mujer insiste en no poder conciliar al buen hombre, atento y poeta que vivía junto a ella, con el malvado que ellas le pintan, vestido de negro como un funebrero. Y más aún se aferra a su versión de su hombre, cuando ubica que las jóvenes no pueden identificarlo claramente al mostrarle su foto.

La disociación de esta mujer hace resonar la de muchas mujeres de los jerarcas nazis, que se deleitaban con las prendas que les regalaban sus maridos, renegando del horror que ocurría allí nomás, bajo sus narices, como bien lo ilustra la película La zona de interés de Jonathan Glazer. No se trata de un saber no sabido porque se reprime al modo del inconsciente, sino de un saber que se reniega, un saber del que no se quiere saber, produciéndose una escisión en la personalidad.

Incluso la obra, siguiendo esta línea, hace resonar a esa clase media que, mientras económicamente le va bien, se desentiende con indolencia de la desigualdad social, nada quiere saber de ella y vive negando su complicidad con los poderes de turno, en su propia burbuja.

Ingrid Pelicori ofrece una interpretación sumamente interesante, componiendo con sutiles detalles a esa mujer al borde del desconcierto, el terror y la perversa incredulidad, muy bien acompañada por Anahí Gadda y Carolina Guevara.

Carnada es un logrado retrato sobre la ceguera que, gracias a la dramaturgia de Susana Torres Molina, elude el estilo panfletario o las bajadas de línea fácil al delinear personajes construidos desde la complejidad y la ambigüedad, al emplear un estilo que se sirve de la alusión y la metáfora. Cintia Miraglia aprovecha muy bien en la puesta en escena la potencia poética del texto.

Carnada consigue abrirse a la multiplicidad de sentidos que rebasan la que se narra en términos directos, en el reducto de lo íntimo, para resonar en el espectador respecto a diversos acontecimientos o períodos de la historia argentina.

Calificación: Muy buena.

Puntuación: 4 de 5.

FICHA TÉCNICA

Dramaturgia: Susana Torres Molina

Actúan: Ingrid Pelicori, Anahí Gadda, Carolina Guevara

Diseño y realización de escenografía: Víctor Salvatore

Colaboración en realización de escenografía: Paula Molina y Guillermo Manente

Diseño de iluminación: Matías Noval

Diseño y realización de vestuario: Cintia Miraglia

Asesoramiento coreográfico: Marina Svartzman

Producción ejecutiva y artística: Alejandra García

Prensa: Natalia Bocca

Asistencia de dirección: Gabriel Urbani

Dirección: Cintia Miraglia.

Datos de interés.

Teatro El portón de Sánchez

Lunes 20.00 hs.

Sánchez de Bustamante 1034. CABA

Entrada general: $15.000

Jubilados y estudiantes $12.000

A la venta en Alternativa teatral o en boleterías del teatro

Duración: 55 minutos


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