Por Cecilia Della Croce
Cuando Anthony Burgess escribió La Naranja Mecánica (1962) pensó que el título “sería ideal para una historia acerca de la aplicación de los principios pavlovianos o mecánicos a un organismo que, como una fruta, cuenta con color y dulzura”. Su obra es un clásico de culto de la literatura inglesa de la segunda mitad del siglo 20, heredera del legado de las distopías críticas del rol del estado que siguieron a la incomparable 1984 de George Orwell y marcaron el camino para las bandas de rock inglesas y su aguda crítica al sistema educativo, como en el caso de Tommy de The Who y The Wall de Pink Floyd. Al igual que esta última, La Naranja Mecánica tuvo una versión cinematográfica dirigida por nada menos que Stanley Kubrick en 1971.
La novela es un punzante alegato sin medias tintas sobre la violencia y cómo la sociedad, perpleja, clama por seguridad y reacciona para defenderse ante individuos que no se avienen a entrar en el molde de la “normalidad”. Cuestiona los límites del libre albedrío y plantea la paradoja en la que el lector se pregunta si no es peor el remedio que la enfermedad cuando el Estado recurre a la deshumanización como método para tratar de curar a esas “manzanas podridas”.

La historia se centra en Alex, quien junto a su banda de “Drugos”, parecen pibes comunes y corrientes, de clase media, educados y hasta amantes de la música clásica, pero en sus ratos de ocio se dedican a dar rienda suelta a la maldad ciega y la extrema violencia, y salen a golpear, violar y matar porque sí por las calles de Inglaterra. Cuando Alex es apresado y va a un correccional, aparecen un cura y un ministro, a proponer cada uno su solución. El sistema y los políticos recurren a «El Método Ludovico», una técnica científica novedosa, muy cercana a la tortura (recuerda el experimento de Milgram), que promete reformar al joven descarriado, obligándolo a recibir estímulos dolorosos mientras escucha música de Beethoven, con consecuencias impredecibles.
En esta temporada 2019, Manuel González Gil lleva a las tablas del off porteño una adaptación en clave semi-musical de La Naranja Mecánica, protagonizada por Franco Masini como Alex y un grupo de actores jóvenes, a cargo de dos roles cada uno para mostrar las dos caras de la moneda: la faceta ultraviolenta y la más apacible como “respetables” miembros de la sociedad. A Franco (que viene del palo de la tele) le toca la ardua tarea de pendular entre las dos caras de Alex, pero dado su physique du rol y su manejo de voz y miradas, resulta más convincente en la segunda parte, cuando pasa de victimario a víctima, lo cual implica el riesgo de desbalancear la obra y que el público naturalice y disculpe la violencia del personaje por empatizar con su sufrimiento. Dentro del grupo de los Drugos se destaca la actuación de Toto Kirzner, con una performance lograda que acierta en el tono de sus dos roles.

Cabe destacar la presencia de la única actriz de la compañía, Stella Maris Faggiano (cuya imagen curiosamente no aparece en los afiches ni en las fotos); ella interpreta todos los roles femeninos y cumple con solvencia la dificilísima tarea de encarnar a la víctima de una violación (que se representa en escena y nos deja a todos en shock) y en el cuadro siguiente cantar en vivo un fragmento de la Novena Sinfonía de Beethoven; chapeau para el girl power, ausente en el resto de la obra.
Esta nueva puesta de La Naranja Mecánica hace algo que siempre es valioso: vuelve a poner en el tapete un material crudo y potente que nos interpela, y nos deja pensando y debatiendo sobre cómo la sociedad sigue tratando de encontrar respuestas ante un mundo cada vez más violento.
Calificación: BUENA.

Ficha técnico artística
Libro: Anthony Burgess
Traducción: Pablo Rey – Versión: Manuel González Gil
Actúan: Lionel Arostegui, Enrique Dumont, Stella Maris Faggiano, Francisco González Gil, Toto Kirzner, Franco Masini, Francisco Ruiz Barlett, Tomy Wicz
Diseño de vestuario: Pablo Battaglia
Diseño de escenografía: Lula Rojo
Diseño de luces: Manuel González Gil, Caio Senicato
Diseño de movimientos: Agustina Seku Faillace
Asistentes de vestuario: Luciano Huentecura, Victoria Wallace
Realización de vestuario: Ignacio Estigarribia, Irma Melo, Daniele Szczepanik
Música: Martin Bianchedi
Arreglos Vocales: Eugenio Perpetua
Músicos: Bruno Caro Langwagen, Rodrigo Caro Langwagen
Dirección musical: Martin Bianchedi
Producción ejecutiva: Valeria De Luque
Director asistente: Matías Puricelli
Puesta en escena y Dirección general: Manuel González Gil
Comunicación y Prensa: Varas & Otero
Diseño gráfico: Jardinba – Fotografía: Nacho Lunadei
Teatro Bar El Método Kairos – El Salvador 4530, Palermo
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