Miradas sobre cine y teatro. Colaboran Cecilia Della Croce, Claudia Ferradas y Fabio Albornoz. Un sitio de Manuel Germano

“Nightmare Alley”, de Guillermo Del Toro

Por Fabio Albornoz.

Contiene posibles spoilers.

Después de que un director filma una de las obras más trascendentales de su carrera, la primera pregunta que nos planteamos es “¿cómo se sigue?”. Este mismo dilema podría equivaler para cualquier rama artística. Todo lo que se haga después, puede resultar decepcionante o lejano a su potencial. Y creo que algo de eso le está ocurriendo a Guillermo Del Toro con su nueva película. Para muchos, la cúspide de su carrera llegó con “La forma del agua” (2017), film multipremiado y ganador del Óscar a Mejor director y Mejor película. Ahora bien, más allá de lo discutibles que pueda ser cualquier premio, evidentemente se trataba de una obra rodada con el corazón de Del Toro, repleta de imágenes icónicas, y un desbordado amor por el fantástico, que la situaba en lo mejor de su filmografía desde la ya lejana “El laberinto del fauno” (2006).

Trabajador incansable, Del Toro ya tenía su siguiente proyecto, aun antes de ganar el Oscar. Había una película que lo había obsesionado durante toda su infancia: “El callejón de las almas perdidas” (1947). Un noir extraordinario, dirigido por Edmund Goulding, quien adapta la novela de William Gresham.

La historia original transcurre –en parte- en un circo. Ese podría ser el potencial elemento del que Guillermo Del Toro se agarraría para contar otra historia sobre freaks bondadosos, explotados por humanos. Pero hay más, y esto a nivel personal. Cuando era un niño, el padre de Guillermo fue secuestrado en México. En la desesperación, la familia comenzó a ser víctima de los engaños de una suerte de médium. Este episodio fue clave para la vida de Del Toro. De manera directa, estaba presenciando a lo que podía llegar el ser humano en un acto de desesperación.

El protagonista de “El callejón de las almas perdidas” también se aprovecha del dolor ajeno. Y allí podemos entender ese segundo núcleo que lo acerca a la obra de Goulding 74 años después, cuando las cosas parecen no haber cambiado demasiado en nuestra sociedad.
Los detractores de su cine, lo cuestionan por “edulcorado”. A Del Toro no le gustan las historias amargas ni (demasiado) oscuras, eso es sabido. Siempre hay un halo de esperanza que configura su cine. Este prontuario hacía suponer que, tal vez, “El callejón de las almas perdidas”, una obra oscurísima y opuesta a su filmografía, podría no encajar demasiado.
Sin embargo, la primera escena disipa cualquier posible duda sobre su elección. El personaje encarnado ahora por Bradley Cooper, arrastra un cuerpo y luego prende fuego la casa. Huye fumando un cigarrillo y desembarca en el circo, lugar clásico para quienes se esconden de la ley.
La estela de actores que pululan en el circo son extraordinarios (Willem Dafoe, Toni Collette, Rooney Mara y Ron Perlman). Allí, el personaje de Cooper empieza a ganarse la confianza de todos y aprende trucos para engañar con la “videncia”.

Guillermo Del Toro, en una declaración absoluta de intereses y despegándose de su habitual ternura, construye a todos los personajes bajo una oscuridad total, repleta de secretos (muchos de ellos, esbozados sutilmente a través de los diálogos y las acciones).

La brillante actuación de Cooper (digna de cualquier nominación) encarna perfecto las distintas etapas que atraviesa su personaje. Del escape de un pasado que iremos descubriendo, a un aprendiz humilde, pasando por un carismático, egoísta y perverso hombre que, en la ciudad, desafía la fe de los demás, para luego transformarse en un hombre-bestia (una brillante analogía del relato).
Cooper se forma en el circo, pero también se enamora. En el deseo de prosperar, se marchan a la ciudad, donde aparece la ambición desmedida que lo devuelve a su estado-monstruo, una pulsión adormecida, pero que, a través de la descomposición del flashback de la escena inicial, nos va a ir revelando mayor información sobre su estatuto y trauma.

Cada pieza del film está pensada de una manera tan meticulosa, que es asombroso ver la displicencia con la que gran parte de la crítica ha recibido a la cinta.

El segundo bloque del film se sucede dos años después, luego de que huyeron del circo. La pareja estafa a las grandes elites con shows en lujosos restaurantes. La aparición de la siempre colosal Cate Blanchett, profundiza todavía más el pozo de ambición de Cooper. Para muchos, la densidad de “El callejón de las almas perdidas” se siente a partir de acá. Y si bien es cierto que se trata de un film espeso (dura 150 minutos), cargado de diálogos y con un ritmo lejano al que manejan las producciones industriales de la actualidad, lo cierto es que nunca deja de ser fascinante. La fotografía de Dan Lausten es extraordinaria, porque hay un acompañamiento dramático sensacional. “El callejón de las almas perdidas” se va tornando cada vez más oscura, y lumínicamente precisa. Del Toro recupera el valor del primer plano como en aquel Hollywood de oro. Hay pocos primeros planos, pero cuando se presentan, son sublimes. Aparecen en el momento justo, cuando no hay otra salida posible. Cuando los ojos lo dicen todo. Y en ese sentido, Lausten aplica un recurso clásico (también perdido) en el que se ilumina esa franja por sobre el rostro.
Puede ser que los fans acérrimos del cineasta se sientan decepcionados con “El callejón de las almas perdidas” (los monstruos son humanos y no hay espacio para demasiado romanticismo), pero estamos ante uno de los films más meticulosos y extraordinarios de su filmografía. Perfecta a nivel puesta en escena.

Es interesante como este año nos encontramos ante dos directores que hicieron algo parecido. Por un lado, Spielberg y su “West Side Story”. Por otro, Del Toro y su “Nightmare Alley”. Dos films que parten de un material cinematográfico/teatral/literario extraordinario (y uno podría pensar, inmejorable), pero que consiguen un nivel de apropiación esplendido. Dos obras expansivas, cuyas historias, a pesar de estar ancladas en el pasado (40’s y 50’s), nos siguen hablando en el presente. El multiculturalismo o la fe, como grandes ejes universales.

Una película gigante que el tiempo –seguramente- pondrá en su lugar. El camino de hombre a bestia no se pudo narrar de forma más esplendida.

Opinión: Excelente.

D: Guillermo del Toro.

E: Bradley Cooper, Rooney Mara, Cate Blanchett, Ron Perlman, Toni Collette, Mary Steenburgen, Willem Dafoe, David Strathairn y Richard Jenkins.

G: Guillermo del Toro y Kim Morgan.

F: Dan Lausten.

M: Nathan Johnson.

Distribuidora: Disney (20th Century Studios / Searchlight Pictures).

150 minutos.

Apta para mayores de 16 años.


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