Miradas sobre cine y teatro. Colaboran Cecilia Della Croce, Claudia Ferradas y Fabio Albornoz. Un sitio de Manuel Germano

Miradas sobre La ballena, de Darren Aronofsky.

Dos miradas sobre la última película del autor de «Mother» , «Black swan» y «Requiem for a dream«.

Por Fabio Albornoz (@fabioalbornoz).

Cuando hablamos del cine de Aronofsky, ya tenemos ciertos preconceptos e ideas establecidas de lo que vamos a ver. Y rara vez nos decepciona (para bien o para mal).Se trata de un cineasta que ama la idea de “subsistir” a través de esa vertiente divisora que se ama o se odia (un poco como sus colegas Lars Von Trier, Gaspar Noé o Yorgos Lanthimos). Una vertiente que despierta emociones exacerbadas que nublan la razón. En ese sentido, se puede decir que Aronofsky es un realizador con algunas muy interesantes películas como “El luchador”, “El cisne negro” o “Madre”, y otras que exceden el límite tolerable del golpe bajo.


Las historias de Aronofsky suelen ser de excesos y finalmente redención. Una redención que se da casi siempre en los márgenes bíblicos. De modo que Arnofosky es, ante todo, un predicador cinematográfico.

Los cinco años de ausencia tras “Madre”, nos traen “La ballena”, película aclamada en los premios por la excelsa actuación de un Brendan Fraser que retorna a las grandes ligas en el papel de un hombre que sufre de obesidad mórbida. Y he aquí el primer asunto. Aronofsky hace lo inusual en su filmografía: dirigir una adaptación al cine de una obra de teatro. De pronto, ese cineasta que siempre gozaba de una libertad “poética”, que agudizaba sus metáforas bíblicas y que tenía como materia de interés el montaje, se ve encerrado y limitado a un único espacio.


Pero por aquí hay otro malentendido con el que suele batallar un cierto sector de la
cinefilia. Que una película transcurra en una sola locación, o que sea la adaptación de una obra de teatro, no la transforma automáticamente en teatro filmado (véase, por ejemplo, la propia “Madre” de Aronofsky). El encierro obliga a que el cineasta sea más creativo a la hora de la representación, que aparezca algo del orden de lo cinematográfico para quebrar con la chatura del simple diálogo entre personajes. Los caminos posibles siempre son la exploración del espacio, la diversidad de lentes, los matices lumínicos, y una inventiva que vaya más allá del plano/contraplano. En este caso, Aronofsky falla rotundamente. “La ballena” es un trabajo a media máquina, sin esa cuota de inventiva.

Cada plano tiene los mismos valores de composición, y ni siquiera aparece aquello que uno podía esperar de él. Se echan de menos ciertos pasajes metafóricos-religiosos que inviten a un mayor riesgo, o bien una articulación más profunda con lo literario. La obra de “Moby Dick” nuclea todo el film, en un sentido de burda (y atroz) analogía con el sobrepeso del protagonista, y como elemento “revelador” sobre la relación con su hija.

Más allá de esas menciones, todo queda siempre en el orden de lo lingüístico. Aronofsky nunca se da el lujo de correrse por unos segundos del teatro, para aplicar su propio sello. “La ballena” es una película contenida, ejecutada con el menor riesgo posible. Casi como si Aronofsky hubiese preparado el terreno para realizar una película de premios y poco más. ¿Pero a qué costo? “La ballena” debe ser esa producción que funciona como LA PELÍCULA DRAMÁTICA DEL AÑO, aquella que hace llorar hasta al ser humano más duro. Para lograr esto, Aronofsky no se guarda nada: somete a su personaje a una constante exhibición de sadismo desde el primer al último minuto, pero solo que esta vez no hay lugar para redenciones (como suele ocurrir en su cine).

Charlie (Fraser) odia su propia existencia, y cada uno de los personajes que ingresan al escenario/departamento se encargan de refregarselo de las peores maneras posibles. La única cuota de luminosidad que podemos encontrar es su cuidadora. Pero su ex, su hija (un personaje abominable y muy mal escrito), el joven creyente y hasta el repartidor de pizza, nos hacen pensar que en el mundo de Aronofsky la maldad es casi plena, o al menos, es puesta al servicio del maniqueo más burdo.

La maldad total que si funcionaba en “Madre”, aquí no. La metáfora bíblica sostenía el peso dramático, y uno podría pensar que “La ballena” hubiese funcionado mejor bajo esa misma dinámica. Charlie en una especie de purgatorio, entre la vida y la muerte, o el cielo y el infierno. Por si fuera poca la constante humillación del protagonista, la banda sonora se encarga de sobrecargar ampulosamente cada atracón. Por qué claro, las imágenes no alcanzan.

“La ballena” termina siendo sin querer una suerte de parodia. Grotesca, repleta de látex, diálogos y situaciones insólitas. No es gordofóbica como se ha dicho, simplemente es una película burda y banal en su tesis sobre la obesidad.

Opinión: Regular.

Por Manuel Germano (@mangermano).

En la última película de Darren Aronofsky, se destaca la figura del guionista Samuel D. Hunter, dramaturgo de la obra homónima del 2011. Aronofsky como director de «La ballena» ha expresado en diferentes entrevistas que lo que más le interesó de la adaptación de la pieza teatral al cine son las aristas del concepto de «salvación» que plantea.

Charly es un profesor universitario gay con obesidad mórbida. Da clases a distancia y apaga la cámara para que sus alumnos no lo vean. «No funciona», les dice, cuando lo cierto es que su cuerpo lo avergüenza, lo lleva a límites horribles de los cuales no parece poder escapar. Su pareja ha muerto tiempo atrás y desde entonces sólo tiene la compañía de su cuidadora y amiga Liz (Hong Chau). La llegada de su hija (Sadie Sink) mueve su mundo, no la ve hace años y tiene la esperanza de ser comprendido, de que por lo menos aquella adolescente de la cual él se siente orgulloso pueda dejar atrás el rencor y compartir tiempo con él. Otros personajes aleatorios surgen en la trama, pero el relato dramático principalmente se compone por estos tres roles.

La puesta en escena (concepto proveniente de las artes escénicas), es justamente teatral. Salvo ciertos planos y contraplanos muy bien ejecutados, que logran transmitir la incomodidad y el dolor que el personaje de Charly padece, la mayor parte de la película transcurre en un living y los cuartos de una casa, ubicada en un lugar al que no se hace referencia.

Aronofsky decide retratar con crudeza el tormento de Charly, su dolor, el vínculo que tiene con la comida, que representa la enfermedad y a la vez su única vía de escape. Charly sufre la soledad, su realidad, la incapacidad de hacer algo bueno por él mismo y el rechazo de una hija que aparece y no está dispuesta a perdonar. El sufre y eso queda claro desde un primer momento, todos los rubros técnicos, la puesta y el guión están alineados y en ese sentido son armónicos: con lo que el espectador va a encontrarse es con una persona que desea morir. La película es un drama desgarrador y la intención de que el público se conmueva, o directamente quiebre en llanto, está más que lograda.

«La ballena», que como se dijo está basada en una obra de teatro, si bien no es una biopic de su autor, Samuel Hunter, tiene elementos de autoficción (en palabras de Colonna, la «ficcionalización del yo, es decir, hacer del yo un elemento literario, un sujeto imaginario«). Charly y lo que le sucede está ligado a la historia de Hunter, como retazos de la vida del autor dispersos en esta ficción.

La interpretación de Brendan Fraser es impecable, luego de muchos años fuera de la industria el actor regresa con un papel protagónico que no sólo lo hizo merecedor de premios como el Critics Choice, el SAG y el Satellite, sino que lo ubica nuevamente junto a sus pares como un actor versátil, sensible y comprometido con el trabajo que interpreta.

Aronofsky vuelve a demostrar que sabe cómo retratar personajes intrincados, acomplejados, padecientes. El binomio que compone junto a Hunter es excepcional, diferente, ambos llevan a cabo un trabajo que no deja indiferente al espectador y a la crítica. «La ballena» tendrá sus detractores y seguidores y eso la vuelve aún más interesante: las diferentes miradas que la pueden atravesar.

Opinión: Excelente.

FICHA TÉCNICA
Título original: The whale. Director: Darren Aronofsky. Género: Drama. Elenco: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton, Sathya Sridharan, Jacey Sink. Distribuye: BF Paris. Duración: 119 min. SAM: 13 con reservas.


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