MALDITA, de Sandra Franzen, dirigida por Indio Romero.
Por Carla Leonardi.
La escenografía, realista pero minimalista, nos transporta a un rancho en la llanura pampeana a finales del siglo XIX. Allí viven Avellino (Vando Villamil), el patrón, y Matilde (Antonia Bengoechea), una joven casada con él, mucho mayor que ella, como prenda de intercambio entre familias.
Avellino está furioso porque no puede ser padre, y esto le resta hombría a la luz de la sociedad de ese tiempo. Culpa a «la Matilde» de su desgracia, a quien define como «seca» para evitar el agravio social. Le impone entonces que debe darle un hijo con presteza, so pena de ser enclaustrada en el convento. Ante esta situación, Matilde contrata a Braida (Félix Santamaría), un peón jornalero, para que la embarace a cambio de dinero. Considerarlo un negocio es su manera de evitar la deshonra del adulterio y, a la vez, cualquier tipo de apego afectivo.
El niño nace, pero Matilde no puede ocuparse de él porque está desorientada. Lo que Braida despierta en ella no es amor, sino el deseo femenino que empuja insaciablemente al goce sexual, y no solo con él, pues comienza a fantasear con otros hombres. Lo que aparentaba ser libertad para ella se vuelve nuevamente prisión; Braida, que le tiene un amor sincero, también quiere que sea su mujer y que se escapen para hacer una vida juntos. Matilde se siente condenada, sin recibir el rechazo de Avellino, y le pide que la lleve al convento o que la mate. Avellino sabe que el crío no es biológicamente suyo e, incluso, consiente que se vea con Braida de manera secreta, pero, sobre todo, la insta a volver a sus deberes como esposa y madre para dejar de pensar tanto y de confundirse.
Como el viejo galgo que se escapa y mata gallinas, siguiendo su instinto, Matilde también se fuga, dando rienda suelta a su nueva e irrefrenable pulsión de vida. Avellino y Braida se miden en duelo como rivales por la propiedad de esa mujer. Pero, ¿cuán lejos puede llegar una mujer en ese contexto social, sin educación y sin la protección de un hombre?
«Maldita», de Sandra Franzen, con dirección de Indio Romero, es un drama realista, social e intimista que da cuenta del patriarcado como ordenador de la sociedad y de una mujer incomprendida que no encuentra su lugar al no poder amoldarse a los roles tradicionales de esposa, madre, amante, monja, bruja o loca. Por ello, osa cuestionar dicho orden. Lo que Matilde encarna es aquello que se siente en el cuerpo y que no puede traducirse en palabras: el goce femenino. De ahí que sea inclasificable, indefinible y que solo se la «mal-diga», ya que incluso decirle «maldita» es «mal-decirla», pues no hay nombre posible en el lenguaje hegemónico que pueda nombrar a una mujer, siendo siempre inapropiado; a menos que provenga de la palabra poética de un amor que pueda ir más allá de las pretensiones de poseerla.
La obra trabaja muy bien estas cuestiones y el atolladero en que se encuentra Matilde, en una puesta teatral tradicional, cuya base es la potencia del texto dramático y las convincentes interpretaciones de los tres protagonistas. Hay, además, un logrado trabajo con el sonido en el fuera de campo que representa a esos perros indomables que merodean la casa, símbolo de la animalidad de lo femenino desamarrado, que no se sujeta a ninguna ley ni dueño.
«Maldita» es un retrato acertado de la opresión que el patriarcado ejerce sobre lo femenino; del matrimonio, la maternidad y el amor como cárceles cuando no son elegidos por el deseo de una mujer que se hibrida con el amor de un hombre. Pero también da cuenta de sus efectos opresivos sobre los varones al tener que responder por su virilidad a través de la fuerza de su voluntad o de sus dotes como semental.
Hoy, una mujer sola no sería sinónimo de un destino trágico. Sin embargo, lo que «Maldita» nos recuerda, como resonancia en el presente y más que como bajada de línea militante, es que los derechos conquistados por las mujeres también pueden perderse. Por eso, siempre hay que seguir luchando.
Calificación: Buena.

Ficha técnico – artística.
Autora: Sandra Franzen
Elenco: Vando Villamil, Antonia Bengoechea, Félix Santamaría
Diseño de escenografía y vestuario: Marcelo Valiente
Diseño de iluminación: Agnese Lozupone
Diseño gráfico: Violeta Santamaría
Fotografía: Alejandro Calderone Caviglia
Realización de escenografía: Augusto Latorraca
Asistente de vestuario: Laura Spampinato
Maquillaje y peinado: Beatriz Abrigo
Sonido y asistente de escenario: Joaquín Segade
Prensa y difusión: Carolina Alfonso
Director asociado: Sebastián Vigo
Director: Indio Romero
Estreno: 8 de junio 2025
Funciones: domingos 16 hs.
Duración: 65 minutos
TEATRO PICADERO
Pje. Enrique Santos Discépolo 1857
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