Por Cecilia Della Croce.
En esta temporada 2019 llega a la sala Casacuberta del Complejo Teatral de Buenos Aires un espectáculo titulado Happyland, de la mano de una dupla potente como la que conforman el joven y brillante dramaturgo Gonzalo Demaria (Tarascones, Cabo Verde) y el prestigioso director Alfredo Arias, que en diversas creaciones ha abordado el perfil de figuras que son mitos de la cultura argentina, como Eva Perón, Nini Marshall, Doña Petrona, Miguel de Molina o Fanny Navarro.
En este musical, que arranca con un deslinde de responsabilidades diciendo: “la sátira es un derecho” y arroja la consabida advertencia de que “cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia”, dramaturgo y director se despachan, dejando de lado cualquier prurito, con un feroz retrato de Isabelita, uno de los personajes más unánimemente repudiados de nuestra historia, y las circunstancias de su reclusión en la residencia cordillerana de Messidor, tras el golpe militar que la derrocó en marzo de 1976.
A ese frío exilio patagónico llega Isabel (muy buena caracterización de Alejandra Radano) con Charito (María Merlino), su mucama andaluza y sus dos perros. Allí las recibe Lucrecia (Marcos Montes), una severa ama de llaves que impone las reglas de la residencia. Isabelita, sin comprender del todo las pautas a las que debe ceñirse y perdida sin la guía espiritual de “El Brujo” (personaje omnipresente que sobrevuela la escena pero nunca aparece), recurre a sesiones esotéricas para invocar a los espíritus que acuda en su ayuda. Las presencias de los fantasmas de Perón y Evita, se cruzan con los flashbacks de la propia Isabelita joven (Josefina Scaglione), que rememora los números musicales que interpretaba en sus días de copera en el cabaret de Panamá regenteado por Joe Herald (Carlos Casella); el dúo de Josefina y Carlitos se luce en pasajes musicales que amenizan el fuerte alegato del resto de la sátira. Por si algo faltaba, completan este disparatado desfile un gendarme peronista (del que solo se habla pero nunca aparece en escena) y un obispo (Adriana Pegueroles) con portaligas debajo de la sotana.
La pieza es una crítica ácida, mordaz e irreverentemente delirante a la primera presidente argentina y a una década nefasta y sangrienta que nos causa vergüenza (propia y ajena) y genera risas y polémica. Celebro que en tiempos de grieta, temas tabú y corrección política, el arte no pida permiso para decir unas cuantas verdades sin pelos en la lengua, y que sea el espectador quien juzgue y debata adultamente, especialmente este doloroso capítulo de nuestra historia reciente de que casi no se habla.
Opinión: Muy buena.
Ficha técnica
Dramaturgia: Gonzalo Demaría
Dirección: Alfredo Arias
Elenco
(por orden de aparición)
Isabelita: Alejandra Radano
Joe Herald: Carlos Casella
Isabelita Joven: Josefina Scaglione
Lucrecia: Marcos Montes
Charito: María Merlino
Arzobispo: Adriana Pegueroles
Coordinación de producción: Galo Ontivero, Pablo Quiroga
Producción técnica: Isabel Gual
Asistencia de dirección: Maxi Muti, Tamara Gutiérrez
Asistencia de escenografía: Emilia Perez Quinteros
Asistencia de vestuario: Analía Morales
Asistencia artística: Luciana Milione, Estefanía Florez Bernal
Música original y diseño sonoro: Axel Krygier
Diseño de iluminación: Paula Fraga
Diseño de vestuario: Julio Suárez
Diseño de escenografía: Julia Freid
Datos de interés
FUNCIONES: Miércoles a domingos, 20.30 hs.
DURACIÓN: 90 minutos
VALOR DE LAS LOCALIDADES
Platea $ 280
Miércoles y jueves $ 140
Localidades con 15 días de anticipación
Sala Casacuberta – Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530)
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