Esta reseña ha sido redactada con anterioridad a la entrega de los Premios Oscar.
Se aconseja su lectura luego de haber visto la película.
Para escuchar mientras se lee, la música de Ludovico Einaudi para «EL PADRE» aquí.
Por Fabio Albornoz.
De nacionalidad francesa, Florian Zeller ya es, desde hace varios años, uno de los dramaturgos más populares (y adaptados) fuera de su país de origen. Con un camino firme en el teatro, Zeller decidió dar un volantazo en su carrera y desembarcó en el mundo del cine con EL PADRE, una adaptación de su propio texto teatral.
Co-escrita junto al experimentado guionista Christopher Hampton (EXPIACIÓN, DESEO Y PECADO o RELACIONES PELIGROSAS), EL PADRE comenzó a cosechar rápidas respuestas positivas, y un enorme caudal de elogios que la fueron posicionando en la recta final de los Óscar, obteniendo finalmente 6 nominaciones que incluyen Mejor película, Guión adaptado, y el reconocimiento actoral a Olivia Colman y Anthony Hopkins.
EL PADRE es, a grandes rasgos, la historia de un hombre de 80 años que sufre alzheimer, y se encuentra cada vez más desconectado de la realidad. Su carácter y cinismo, han hecho que ninguna enfermera quiera encargarse de él, por l que Anne, su hija, se enfrenta a un enorme dilema moral que está poniendo en ruinas su propia vida.
Suelen colarse estas películas británicas y teatrales en los Óscar. Generalmente, son de poca importancia cinematográfica. Incluyen un tour de force actoral, encapsulado bajo un marco excesivamente estático, que poco y nada tiene que ver con el cine.
De hecho, todo hacía pensar que este año tendríamos varios films teatrales compitiendo en Mejor película, cosa que (afortunadamente) no sucedió. LA REINA DEL BLUES (Ma Rainey’s Black Bottom) y UNA NOCHE EN MIAMI son el ejemplo perfecto de cintas que nunca pueden trascender su propia raíz teatral.
Qué una película derive de una obra teatral, o tenga una puesta en escena teatral ¿significa que es fallida? Por supuesto que no. Hay una larga lista de películas exitosas. Sin ir más lejos, los cineastas Sidney Lumet o Roman Polanski, han trabajado largo y tendido bajo estas estructuras, pero curiosamente nunca nos parece estar viendo obras filmadas, porque hay algo del cine que trasciende.

En el caso de EL PADRE, las expectativas eran nulas. Zeller es un tipo que está muy arraigado al teatro, pero algo en esta película resulta interesante: su decisión de NO escribir el guión solo. Christopher Hampton funciona como soporte, le aporta al film un espesor que es 100% cinematográfico.
Zeller supo entender que se trata de dos lenguajes distintos, por esa razón, EL PADRE es el ejemplo magistral de cómo trascender una obra de teatro y hacerla cine. Exprimir los recursos del lenguaje cinematográfico con una enorme inteligencia.
El filósofo Alain Badiou, intentando obtener una definición del cine moderno, mencionaba a Pasolini y Antonioni como los cineastas que propiciaron un quiebre en el modo de filmar. Para Badiou el autor no aseguraba una transparencia total del relato, si no que hacía ver su propia mano. La cámara se sentía. Se ajustaba a la emocionalidad de los personajes.
Esta afirmación puede ser cuestionable, claro, pero sirve muy bien a la hora de hablar sobre EL PADRE.
Zeller no es ni Antonioni, ni Pasolini (claro), pero hace que su cámara se meta en la maraña mental de un hombre que sufre alzheimer. Lo que comienza como un relato ordenado y lineal, rápidamente se quiebra. La información se pisa, se contradice, aparecen personajes que no existen (o sí), otros desaparecen para no volver, los rostros se cambian y los nombres también.
El guión es de una solidez extraordinaria. Una arquitectura complejísima, perfectamente ensamblada por el dinámico montaje de Yorgos Lamprinos.
Un rompecabezas caótico como la mente de Anthony, su protagonista. Zeller nos desconcierta e irrita. Exige de un espectador activo que reúna las piezas, y sienta lo que vive el personaje. Nos interpela y emociona en todo su esplendor por esa proximidad que construye.
EL PADRE trabaja siempre bajo una unidad espacial. Hay muy pocos (y breves) exteriores. Todo lo que sucede está allí, en esa casa. En esa relación entre Anne y Anthony. Y, sin embargo, la película nunca se rinde al formato teatral. Lo esquiva, lo enrarece. Cada espacio y cada situación está enrarecida. La cámara encuadra frontalmente el marco de las puertas, los pasillos, y cada recoveco de la casa. Los diversos espacios se van modificando, alterando de color y de diseño, pero siempre son el mismo.
Es tal el desconcierto que muchas veces EL PADRE se transforma en una película pesadillesca, con el sello autoral de Polanski. Un personaje que parece estar sufriendo una especie de conspiración de todo su entorno para hacerlo quedar como loco.
Y ahí esta Anthony Hopkins, regalando una interpretación absolutamente colosal. Recorre el espacio con maestría suprema. La forma de moverse y del “decir” determinan a la perfección los rasgos de su personaje. Lo de Hopkins es un tour de force, sí, pero no está solo. Todos los actores secundarios hacen un trabajo espléndido como soportes, y Olivia Colman resigna su fuerza y estelaridad, en pos de construir un papel contenido, pero brillante.
EL PADRE es tan compleja como la mente humana. Se aproxima a una problemática de forma ingeniosa, profunda y conmovedora. Atisba un rayo de luz a las venideras adaptaciones teatrales. Con su debut en el cine, Zeller ya se instala como una figura digna de tener en cuenta.
Opinión: Muy buena.
Ficha técnica – artística.
Título original: The Father.Año: 2020. Dirección: Florian Zeller. Guión: Florian Zeller, Christopher Hampton. Obra: Florian Zeller. Música: Ludovico Einaudi. Fotografía: Ben Smithard. Reparto: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Imogen Poots, Rufus Sewell, Olivia Williams, Mark Gatiss, Evie Wray, Ayesha Dharker. Productora: Coproducción Reino Unido-Francia; Trademark Films, Embankment Films, Film4 Productions, F Comme Film, AG Studios NYC. Distribuidora: Lionsgate
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