Por Claudia Ferradas.

Cuando nosotros los muertos despertamos, también conocida como Al despertar de nuestra muerte (en noruego: Når vi døde vaagner), es la última obra escrita por Henrik Ibsen, publicada en diciembre de 1899 y estrenada en el Teatro Haymarket de Londres probablemente uno o dos días antes de su publicación. El influyente dramaturgo, conocido por sus obras realistas que se desarrollan en interiores, alcanza en esta obra una síntesis entre el simbolismo de sus últimas obras y el romanticismo de sus primeros trabajos: los personajes se enfrentan a lo sublime, exploran su interioridad y replantean sus vidas en contacto con la atracción y el poder de la naturaleza. 

El famoso escultor Arnold Rubek (Horacio Peña) y su joven esposa Maia (Verónica Pelaccini) están hospedados en un hotel de un balneario en los fiordos de Noruega. Allí, Rubek se reencuentra con Irene (Claudia Cantero), la modelo que le permitió esculpir la obra que le ha otorgado fama y fortuna, una obra que no ha logrado superar. El escultor no puede reprimir su necesidad de acercarse a ella, procurando revivir una pasión que creía muerta, pero ella se refiere a sí misma como una muerta en vida y sólo desea ascender a las montañas. Por su parte, Maia se siente atraída por un brutal cazador de osos (José Mehrez), con quien habrá de internarse en las montañas en busca de su libertad.

Es esta la primera obra dirigida por el notable director Rubén Szuchmacher en el Teatro Nacional Cervantes. La adaptación de Szuchmacher y Lautaro Vilo acerca el texto a la audiencia sin despojarlo de su profundidad. La acción se desarrolla a través de excelentes actuaciones en un dispositivo escénico a la vez sobrio y rico en recursos que permite sugerir un entorno natural como marco a la inmovilidad de los personales. La escenografía y el vestuario portan el sello inconfundible de Jorge Ferrari: una paleta de tonalidades pastel veladas por un telón translúcido que, combinadas con el diseño sonoro y la iluminación, crean escenas oníricas que invitan a concentrarse en el texto, en la interioridad de los personajes en procura del sentido de sus vidas.

En ese ambiente de opacidad y ensueño, lxs espectadorxs se involucran en preguntas que lxs acompañarán al dejar el teatro: ¿Se puede poner el alma en una obra de arte? ¿Se puede incluso perder el alma en una obra de arte? ¿Se puede estar muerto en vida? ¿Se puede recuperar la vitalidad  si despertamos a la vida? El teatro del siglo XX, particularmente  en  las obras de Pinter y Beckett, retomará esas cuestiones que plantea Ibsen al cerrar el siglo anterior y abrir, con su última obra, una nueva manera de entender el hecho teatral. El talento de Rubén Szuchmacher y todo su equipo nos presenta una puesta que es a la vez un homenaje al legado de Ibsen y una propuesta contemporánea de memorable belleza.    

Ficha técnico-artística

Autoría: Henrik Ibsen

Adaptación: Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo

Traducción: Christian Kupchik

Actúan: Claudia Cantero, Andrea Jaet, Jose Mehrez, Verónica Pelaccini, Horacio Peña, Alejandro Vizzotti

Diseño de vestuario: Jorge Ferrari

Diseño de escenografía: Jorge Ferrari

Diseño sonoro: Bárbara Togander

Música original: Bárbara Togander

Diseño De Iluminación: Gonzalo Córdova

Asistencia de dirección: Gladys Escudero

Productor Del TNC: Silvia Oleksikiw

Colaboración artística: Pehuén Gutierrez

Dirección: Rubén Szuchmacher

Datos de interés.

Duración: 75 minutos
Teatro Nacional Cervantes

Libertad 815- CABA
De miércoles a domingo a las 20

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