Miradas sobre cine y teatro. Colaboran Cecilia Della Croce, Claudia Ferradas y Fabio Albornoz. Un sitio de Manuel Germano

Felicitas o las niñas mudas, de Adriana Tursi.

Por Cecilia Della Croce.

Una telaraña de hilos rojos, como la sangre, traza rincones en el espacio, salpicado de fotos y objetos, velados por la niebla imaginaria de los recuerdos. O tal vez el laberinto recrea una atmósfera de ensoñación, acaso de la sala de espera del paraíso. Felicitas ocupa el centro de la escena y ovilla un monólogo con retazos de sus dolores, sus pérdidas, sus frustraciones y sus ilusiones, mientras se pone un vestido de novia y busca su rosario para estar lista para la ceremonia. Ella tiene solo 25 años y está en el ojo de la tormenta. Sola y descalza, toma su guitarra y desnuda su alma en la que ha guardado, como en un alhajero, todos sus anhelos mudos y olvidados frente a los mandatos impuestos por el patriarcado, con toda la pompa y circunstancia de la Buenos Aires de 1870. En ese entonces, la desobediencia al padre y a lo que es debido según la iglesia se pagaba con la vida, como ya le había ocurrido a otra “oveja descarriada” que se atrevió a jugarse por amor y fue castigada sin piedad, como Camila O’Gorman.

Tal el drama que pinta Adriana Tursi en Felicitas o las niñas mudas, un unipersonal a cargo de Geraldine Farhat (con música original de su autoría) bajo la dirección de Zaida Mazzitelli. Este power trio femenino nos trae la desgarradora historia de Felicitas Guerrero, apodada “la mujer más hermosa de la república”, que a los 18 años fue obligada a casarse con un hombre de 50, un rico estanciero, en un matrimonio arreglado por el padre de la novia. Tras perder a sus dos hijos, la joven viuda fue asesinada a los 25 años en vísperas del anuncio de su compromiso para su segunda boda, convirtiéndose así en la víctima de uno de los primeros femicidios en tener repercusión pública, ya que se trató de un ataque a plena luz del día, en una casa repleta de invitados que pertenecían a las familias más acomodadas de la ciudad. Geraldine Farhat conmueve con este precioso trabajo, donde le pone el cuerpo y la voz a un monólogo compuesto de parlamentos poéticos y bellísimas canciones originales que perfuman con aires de folklore y pericón, y adornan, como pétalos de flores, el doloroso pero necesario recorrido para traer el desventurado camino de Felicitas a la actualidad de nuestros días.    

Ayer sábado fue la última función de este corto ciclo de solo cuatro presentaciones en El Jufré. Seguramente pronto se repondrá esta pieza que no deben perderse. Es una delicada y punzante reflexión sobre una vida que no es leyenda ni blanca estatua de mármol sino un valioso alegato contra el femicidio, que lamentablemente se sigue perpetrando después de siglos, más allá de los avances que ha logrado la lucha de las mujeres por dejar de ser “niñas mudas” criadas para bajar la cabeza y callar. Ya no nos callamos más, y hacemos oír nuestras voces para elegir y decidir, tanto en nuestro rincón del mundo como en otras sociedades, bajo diversos mandatos, en otras latitudes.

Geraldine Farhat es Felicitas Guerrero.

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Dramaturgia: Adriana Tursi

Intérprete: Geraldine Farhat

Diseño de luces: Claudio del Bianco

Escenografía y realización: Sabrina López-Hovhannessian

Música original: Geraldine Farhat

Asistente de dirección: Iraitz Gómez Cabrera

Prensa: BMZ Comunicaciones

Dirección: Zaida Mazzitelli


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